#DIARIC CULTURA Hace veinticinco años, todos éramos mucho más jóvenes | Andrés Cea Galán

Hace veinticinco años, todos éramos mucho más jóvenes | Andrés Cea Galán

by Diari Campos

Hace veinticinco años, todos éramos mucho más jóvenes…

Yo, después de mis estudios en Francia y Suiza, estaba ya trabajando como profesor de Armonía y Análisis en el Conservatorio de Sevilla. Pero seguía siendo un eterno estudiante, un estudiante apasionado por la música hispana y, en especial, por la música de Francisco Correa. Por esa razón, seguía muy de cerca los pasos de la maestra de los maestros: Montserrat Torrent. Escuchaba una y otra vez sus grabaciones e intentaba acudir a sus cursos y a sus conciertos. Mis encuentros con ella solían terminar en acaloradas discusiones sobre esa música, sobre sus problemas, sobre sus misterios…, sobre su emoción.

Entonces, Montserrat tuvo una idea genial: invitarme al curso de Campos (Curs Internacional d’Orgue “Mn. Bartomeu Ballester”), pero no como alumno sino como profesor. “Así podremos discutir y pelearnos todo lo que queramos”, me dijo.

Era el verano de 1997. Habíamos quedado en que Magdalena Rigo me recogería en el aeropuerto de Palma. Yo llegué al punto de encuentro y allí no había más que una chica rubia que hablaba por el móvil entre nerviosa y apurada. La observaba a unos pocos metros de distancia, intentando adivinar si sería Magdalena. Al cabo de unos minutos, la oigo decir a su interlocutor: “Aquí estic a s’aeroport… però n’Andrés Cea no arriba!”. Era ella, sin duda. Esperé a que su mirada se cruzara con la mía y, entonces, levanté mi dedo índice, así. “¿Tu eres Andrés Cea? -preguntó sorprendida. Por lo visto, Magdalena esperaba que llegara un viejo profesor de barba blanca, un carcamal con anteojos como el que soy ahora.

En Campos, Montserrat y yo discutimos y nos peleamos sobre Correa, sobre Cabezón, sobre Palero, sobre Aguilera, sobre Bruna y sobre Cabanilles tanto como quisimos, ante unos alumnos siempre atentos pero a veces también atónitos. Juntos alimentábamos nuestras almas con aquellas músicas que amábamos y sonaban a gloria en el órgano de es Convent. Y alimentábamos nuestros estómagos con las extraordinarias delicias mallorquinas que nos preparaban cada día dos señoras del pueblo. Las cenas se prolongaban hasta buena hora de la noche. Todo era risa y felicidad en el ambiente de sabiduría, simpatía y complicidad que Montserrat sabía crear a la perfección.

Fui invitado a Campos también al año siguiente. Fue muy especial volver a impartir el curso, esta vez no sólo junto a Montserrat sino también junto a mi querido y admirado profesor de Basilea, Jean Claude Zehnder, al que ella había querido invitar y conocer. Pero ¿quién era yo junto a aquellos dos monstruos del órgano? Apenas un joven organista que empezaba a ser conocido en España y en el extranjero por sus interpretaciones de la música hispana, pero que aún mantenía los ojos bien abiertos para seguir aprendiendo de los que había sido sus maestros.

Hubo aún un tercer curso más en Campos. Luego, en año 2000, inicié las actividades de mi propia Academia de Órgano en Andalucía. Al cabo de diez ediciones, trasladé este proyecto a la catedral de Cuenca, donde ha continuado celebrándose hasta la actualidad. Paralelamente, he impartido cursos, tocado conciertos y pronunciado conferencias en universidades, conservatorios y festivales de todo Europa, en Sudamérica, en México, en Japón… Pero, al volver la vista atrás, recuerdo los cursos de Campos con una enorme emoción, con un enorme cariño, como algo muy especial.

Montserrat, Magdalena, el señor alcalde, el mosén, el órgano de Gabriel Thomás, el aire siempre cargado de la iglesia des Convent, los paisajes luminosos de Campos, sus gentes, el mar…, incluso el ruido de los coches mezclándose con los acordes del órgano y con nuestras voces, cuando la carretera pasaba por delante de la iglesia… Lo cierto es que guardo un recuerdo imborrable de aquellos días y de todo lo vivido y aprendido aquí durante aquellos años.

El curso de órgano de Campos, en su sencillez, tenía algo de grandeza. Ante todo, la grandeza de Montserrat Torrent, que me invitó a compartir la docencia con ella, haciéndome maestro cuando no era más que un pobre discípulo. Pero, también, el buen hacer de Magdalena, con su tono siempre entusiasta y diligente. Y los alumnos, claro. Algunos muy fieles, que acudían cada año de toda la isla y del extranjero. La mayor parte de ellos son hoy en día aclamados intérpretes o profesores. El curso de Campos tenía, en fin, algo único: el sonido de su órgano y el alma de la gente que lo hacía posible.

Ojalá pudiéramos volver a aquellos días. Ojalá pudiésemos volver a Campos. Estoy seguro de que aquí seguiríamos siento tan jóvenes como entonces.

 

Andrés Cea Galán

Campos, 5 d’octubre de 2019
al concert de l’organista Montserrat Torrent
celebrat al Convent de Sant Francesc de Paula